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Vainilla

La vaina de esta orquídea fue muy apreciada por los aztecas, quienes la mezclaban con el cacáotl para darle fragancia y sabor; acostumbraban tomarla disuelta en agua para fortalecer el cerebro o como un remedio contra el veneno y las picaduras de animales ponzoñosos. Su nombre en náhuatl es tlilxóchitl, que significa “flor negra”.

Tras la conquista llegó a España para confeccionar perfumes y aromatizar el chocolate. En el Diccionario de historia natural, Valmont de Bomare afirmó que entre sus beneficios, “la vainilla fortifica el estómago, ayuda a la digestión, disipa las ventosidades, promueve las reglas y las orinas, facilita los partos y los ingleses la estiman como específico para desterrar los efectos de la melancolía”56.

En Francia no solo se usó en la perfumería y la medicina, sino también en la repostería. Cocinas de todo el mundo han sido inundadas por el envolvente aroma de la vainilla, considerada uno de los saborizantes más utilizados del planeta.

La leyenda de su nacimiento es prehispánica, parte de la mitología totonaca, y cuenta cómo Tzacopontziza —“lucero del Alba”—, hija del rey Tenitztli tercero, había hecho votos de castidad, consagrada por su padre al servicio de Tonacayohua, la diosa de la siembra y los alimentos, pero se enamoró perdidamente del príncipe Zkotan Oxga —“joven venado”—. Los jóvenes enamorados se dieron a la fuga, acto sacrílego que debía ser castigado con la muerte, por lo que fueron perseguidos, apresados y degollados. Sus corazones enamorados fueron ofrecidos a Tonacayohua y en el lugar del sacrificio brotó un arbusto, en donde creció una orquídea de exquisito aroma.

Taibo I, P. I. (2017). Encuentro de dos fogones (p. 59). México: Planeta.
Secretaría de Cultura-INAH - John Carter Brown Library
Jorge Vallejo

Jorge Vallejo es considerado una de las figuras más importantes de la cocina mexicana contemporánea. Descubrió su vocación en la adolescencia, gracias a un castigo. Tras ser expulsado de la preparatoria, en la Ciudad de México, su mamá le impuso la penitencia de trabajar en el restaurante de un amigo de la familia.

Lavó platos, limpió mesas, cortó ingredientes y encontró un camino que lo llevó hasta el Centro Culinario Ambrosía y de ahí a varias cocinas en cruceros o países como España y Dinamarca, para regresar a México e integrarse al equipo del restaurante Pujol, al lado de Enrique Olvera. En 2012 inauguró el restaurante Quintonil, en la Ciudad de México, junto a Alejandra Flores, su esposa y socia.

Su estilo se define por el compromiso con la autenticidad de los sabores, que lo ha llevado a reinterpretar recetas tradicionales en platos modernos que conservan la esencia de lo típico. Desde el nombre de su restaurante hace un homenaje a sus orígenes: Quintonil es un vocablo náhuatl para referirse al amaranto y significa “hierba silvestre con brotes tiernos y comestibles”.

Gracias a su trabajo y creatividad, su restaurante fue nominado al premio Gourmet Awards 2012 de la revista Travel+Leisure México, en la categoría de Mejor restaurante nuevo, y es uno de los preferidos de la lista The World’s 50 Best Restaurants, publicada por la revista inglesa Restaurant.

© Edgar Xolot
Vaporera

Entre las técnicas culinarias que se practican en México desde la época precolombina, una de las principales es la cocción al vapor, procedimiento que conserva los valores nutritivos de los alimentos y que empleaban, sobre todo, en la preparación de los tamales.

Con este propósito se inventó la tecontamalli, una olla de barro en cuyo fondo se ponía agua para después acomodar un emparrillado de cañas, hojas secas y otras hierbas. Sobre esta cama vegetal se colocaban los tamales a fuego lento. Este instrumento prehispánico también se utilizaba para vaporizar carnes, elotes y chayotes.

El investigador Heriberto García Rivas afirma que el cocinero francés Marie-Antonin Carême, creador de la primera vaporera industrial para la cocina en el siglo XIX, reconoció que su invento no hubiera sido posible sin la inspiración de la invención prehispánica.

Alamy Stockfoto / Ida Pap.
Vaquita marina

La vaquita marina es considerada el cetáceo más pequeño del mundo. Aunque se calcula que esta especie existe desde hace tres millones de años, fue descubierta por casualidad hasta 1950 por el reconocido biólogo Kenneth Norris, quien recorría las dunas costeras del mar de Cortés en busca de una especie de lagartijas y se encontró con la curiosa vaquita, nombrada así por su característica coloración con manchas alargadas grises y parches negros alrededor de los ojos y el hocico.

También conocida como “el panda del mar”, la vaquita marina es tristemente célebre por ser la especie de mamífero en mayor peligro de extinción. Su desgracia es que convive con la totoaba, un pez codiciado para la cocina oriental, por lo que muere al quedar atrapada entre las redes de pesca.

© Alex Rockheart / Shutterstock
Chavela Vargas

Isabel Vargas Lizano (1919 –2012) nació en Costa Rica, pero fue mexicana porque así lo quiso, porque “los mexicanos nacemos en donde se nos pega la gana”, solía responder. Así también le dio la gana llamarse Chavela —“Chavela, así con V, por joder”— y convertirse en la voz que le dio vida y leyenda a la música popular mexicana, que se construyó a sí misma fuera de todos los roles concebidos.

Cuentan que llegó a México a los 17 años y antes de dedicarse a cantar fue cocinera, camarera y chofer de coches de familias de la alta sociedad. Vivir del canto le tomó más de dos décadas, a pesar de contar con el apoyo de José Alfredo Jiménez —cómplices de parrandas interminables—.

Con su voz macha y aguardientosa, su eterno puro, siempre con los pantalones puestos y luciendo su poncho, logró grabar su primer álbum en 1961. Desde entonces grabó más de 80 discos y se dedicó a cantar, ya no solo en cantinas, sino en conciertos, programas de televisión y películas como Kika, de Pedro Almodóvar; Frida, de Julie Taymor, y Babel, de Alejandro González Iñárritu, entre otras. Quiso cantar hasta su muerte; aseguran sus amigos que se había propuesto morir, literalmente, encima del escenario. No lo logró, pero seguramente sigue cantando allá en algún limbo y lo seguirá haciendo solo porque se le da la gana.

Alamy Stockfoto / Historic Collection
José Vasconcelos

Por mi raza hablará el espíritu.
José Vasconcelos

Originario de Oaxaca, José Vasconcelos (1882–1959) fue llamado nada menos que “Maestro de la juventud de América”. Interesado en la vida política —permanentemente crítico, contrapuesto al gobierno—, destacó como académico y filósofo, y dejó una extensa obra a la que se reconoce el más alto valor literario.

Su creación comprende epistolarios, crítica y ficción sobre temas de todas las índoles, incluidas la ética, estética y metafísica, destacando la serie autobiográfica que inicia con su célebre Ulises criollo (1935) y la lúcida crítica al racismo contenida en La raza cósmica (1925).

Sin embargo, la parte más reconocida —acaso la de mayor trascendencia— de su legado es la que lo sitúa en la historia como educador. Fue el primer Secretario de Educación y, como tal, emprendió una campaña por la enseñanza popular. Fundó redes de bibliotecas, escuelas normales, Casas del Pueblo; integró y lanzó en edición masiva una colección de literatura universal —con la obra de Homero, Tagore, Goethe, Dante, entre otros maestros de las letras— que llegó a todo el territorio nacional. Abrió edificios oficiales a los muralistas con el propósito de que se creara una obra al alcance del pueblo. Fue miembro de El Colegio Nacional y la Academia Mexicana de la Lengua; además, fue rector de la Universidad Nacional. Un verdadero apóstol de la educación.

Archivo General de la Nación
José María Velasco

José María Velasco (1840–1912) fue el máximo exponente del paisajismo decimonónico mexicano, a quien Juan O’Gorman describió como uno de los más grandes pintores del mundo entero, cuya labor no solo consistió en haber pintado paisajes “porque hay miles de pintores que pintan montañas, árboles, cañadas y paisajes, lo que Velasco hizo fue servirse del paisaje para pintar el espacio. El espacio es el tema abstracto de su pintura [...] con el tono del color, también pintó el tiempo”.

Nació en Temascalcingo, Estado de México, y realizó sus estudios en la Escuela de Bellas Artes de la Academia de San Carlos en el horario nocturno, ya que por las mañanas salía a vender rebozos para mantenerse.

Fue un innovador, mientras el paisajismo en esa época se concentraba en la figura humana, él centró su atención en la naturaleza y su visión se nutrió de los estudios que realizó sobre zoología, botánica, geografía y arquitectura.

En 1889 fue seleccionado como jefe de la delegación que asistió a la Exposición Universal de París, con motivo del centenario de la Revolución francesa y ahí le fue otorgada la condecoración de Caballero de la Legión de Honor. Su obra alcanzó reconocimiento universal y puso el nombre de México a la par de Europa en el ámbito cultural.

Secretaría de Cultura-INBAL
José María Velasco Secretaría de Cultura-INBAL
Secretaría de Cultura-INBAL
Consuelo Velázquez

A la compositora Consuelo Velázquez (1916–2005) se le debe la creación de la canción mexicana más interpretada en el mundo y el tema en español más famoso de la historia: “Bésame mucho”.

Originaria de Ciudad Guzmán, Jalisco, Consuelito dio muestra de su talento musical desde muy joven y solía contar que compuso su canción insignia siendo una adolescente, durante un receso entre sus clases de piano y, además, nunca había besado a nadie.

“Ni sabía lo que era un beso, pero me salió del corazón. [...] No podía ni pensar en eso, fui educada en escuela de monjas...”, afirmó en una entrevista. Contaba haberse inspirado en las parejas que tenían que separarse a causa de la Segunda Guerra Mundial. “Bésame mucho” ha sido traducida a 20 idiomas y tiene cerca de mil versiones, entre las que se cuentan las de Pedro Infante, Diana Ross, Frank Sinatra, Elvis Presley, Nat King Cole, Ray Conniff, Sammy Davis Jr., Andrea Bocelli, “Tin Tan” y hasta los mismísimos The Beatles.

Otras de sus composiciones son “Cachito”, “Que seas feliz”, “Amar y vivir”, “Enamorada”, “Contigo en la distancia” y “Bonito y sabroso”, entre muchas más. Fue socia fundadora y presidenta honoraria vitalicia de la Sociedad de Autores y Compositores de México; en 1977 recibió la Medalla de la Paz por parte de la Organización de las Naciones Unidas, y en 1992 el Premio Nacional de Ciencias y Artes.

© Casasola fotografía /Secretaría de Cultura-INAH
Virgen de Guadalupe

De acuerdo con la fe católica, la Virgen morena se apareció ante Juan Diego en el cerro del Tepeyac en cuatro ocasiones; fue en la última donde le pidió que se presentara ante fray Juan de Zumárraga y dejó plasmada su imagen en el ayate en el cual el indio cargaba flores para regalar al entonces primer obispo de México.

El relato de estos acontecimientos quedó registrado en el Nican Mopohua, documento escrito originalmente en náhuatl, en 1556, cuyo original se resguarda en la Biblioteca Pública de Nueva York.

Pero más allá de la creencia religiosa, la Virgen morena, conocida hoy como la Virgen de Guadalupe, se convirtió en un símbolo patrio, vinculado con México desde la raíz más íntima. De la Colonia, pasando por el México independiente, hasta nuestros días, ha sido estandarte del ejército que buscó la independencia del país, ejecutora de milagros e imagen omnipresente en los hogares mexicanos.

En 1737, México proclamó a la Virgen de Guadalupe como patrona y se estableció el 12 de diciembre como día santo y fiesta nacional. En 1754, Benedicto XIV la nombró patrona de la Nueva España —desde Arizona hasta Costa Rica— y en 1945 el papa Pío XII la nombró emperatriz
de América.

Aunque la Basílica en la Ciudad de México es el principal centro de devoción guadalupana que recibe cada 12 de diciembre aproximadamente a seis millones de peregrinos de todas partes del país y del extranjero, su imagen también se venera en iglesias, capillas, santuarios y catedrales como Notre Dame, en París o la Catedral de San Patricio en Manhattan, Nueva York.

Biblioteca del Congreso de Washignton
Virgen de Guadalupe
© Ignacio Urquiza
Voladores de Papantla

El ritual de los voladores es una práctica músicodancística de origen prehispánico ampliamente difundida en distintas sociedades indígenas de México, entre las que se cuentan los teenek, nahuas, ñañhus, mayas y totonacas. En esta ceremonia se expresa su visión del mundo y los valores de su comunidad; a través de ella buscan comunicarse con los dioses y revivir el mito del universo.

En el transcurso de la ceremonia, cuatro jóvenes trepan por un mástil de 18 a 40 metros de alto, fabricado con el tronco de un árbol recién cortado en el bosque —tras haber implorado el perdón del dios de la montaña para hacerlo—. Un quinto hombre se sienta en la plataforma que remata el mástil, se le conoce como “el caporal” y toca melodías en honor al sol con una flauta y
un tambor.

Tras invocar al astro rey y a todos los elementos, los cuatro danzantes se lanzan al vacío desde la plataforma, a la que están unidos por unas largas cuerdas que se desenrollan mientras giran imitando el vuelo circular de los pájaros y van descendiendo paulatinamente hasta llegar al suelo.

Es en la región del Totonacapan, en el estado de Veracruz, en donde resulta más evidente su valor representativo y emblemático. Ahí se han identificado más de 500 voladores, repartidos en distintos grupos —30 registrados oficialmente— y existen tres escuelas que ense- ñan a los niños el ritual en su forma original, además del profundo valor de su significado, que en el año 2009 fue reconocido por la Unesco, como Patrimonio Cultural Intangible de la Humanidad.

Wellcome Library
Voladores de Papantla © Juan Guzmán / Cortesía de Colección y Archivo de Fundación Televisa
© Juan Guzmán / Cortesía de Colección y Archivo de Fundación Televisa

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