Es un antojito mestizo que consiste en una tortilla —se puede usar masa de maíz o de harina de trigo— doblada a la mitad en forma de media luna, rellena con queso derretido o cualquier tipo de guiso.
En algunas regiones del país, sobre todo en el norte, sur y sureste, la quesadilla se rellena exclusivamente de queso, mientras que en la Ciudad de México son famosas las de comal que se preparan con un sinnúmero de rellenos, por ejemplo: hongos, picadillo, papas, tinga, hongos, rajas, cuitlacoche o flor de calabaza, con o sin queso. Se pueden servir solas o se abren para agregarles lechuga rebanada, cebolla picada, queso rallado, crema y salsa. En otros lugares, como Pátzcuaro, Michoacán, se preparan las quesadillas de camarón fritas en aceite, acompañadas con chiles en vinagre.
Esta diferencia en sus rellenos ha provocado una polémica con respecto a su nombre. Según el Diccionario enciclopédico de la gastronomía mexicana, su nombre se debe a que su relleno principal y original es el queso, pero la costumbre popular acepta como quesadillas a las antes mencionadas aunque se preparen sin este ingrediente.
Hijo de una soldadera y un irlandés que participó en la Revolución, Antonio Rodolfo Quinn Oaxaca (1915– 2001) nació en Chihuahua, junto a la piedra de molino detrás de una cocina. Transcurría un tiempo de fusiles y gritos de guerra cuando su madre sintió los primeros dolores de parto mientras molía maíz.
Desde muy pequeño migró a Estados Unidos y comenzó a trabajar a los cinco años. Fue vendedor de periódicos, bolero, albañil, boxeador e incluso predicador. Convertirse en el actor, conocido simplemente como Anthony Quinn, no figuraba entre sus planes. Descubrió su vocación cuando era estudiante de arquitectura.
A los 19 años de edad se presentó en el despacho del arquitecto Frank Lloyd Wright, quien le había otorgado una beca y notó que el joven tenía un frenillo en la lengua, por lo que lo envió con un doctor que corrigió el problema. La rehabilitación incluyó clases de voz que se impartían en una escuela de actuación. Pasó de interpretar personajes en obras escolares a ser extra en películas y convertirse en uno de los actores más destacados de su generación.
Participó en más de 150 películas filmadas en Hollywood, México, Canadá, Italia, Brasil, Francia, Reino Unido, Sudáfrica, España y Alemania. Ganó su primer Óscar en 1952, como Mejor actor de reparto en la película ¡Viva Zapata! y el segundo en la misma categoría, en 1956, por su actuación en El loco del pelo rojo.
Patricia Quintana (Ciudad de México, 1946–2018), chef, investigadora, escritora y empresaria, fue una de las más importantes promotoras de la cocina mexicana en el país y el resto del mundo, que consagró su vida a revalorar la cocina nativa de México.
Desde la cocina de su restaurante Izote, creó un estilo que cambió la gastronomía tradicional, al presentar “las recetas tradicionales e ingredientes de manera sofisticada, brindándoles el reconocimiento y honor que merecen”.
Su legado incluye la creación de la Escuela de Alta Cocina, en la que formó cocineros e impartió clases durante más de cuarenta años y la publicación de más de 25 libros sobre gastronomía —varios traducidos al inglés y alemán—, entre los que se cuentan: La cocina es juego (1975); Puebla, la cocina de los ángeles (1992) y La cocina de los dioses del agua (1994).
En el año 1985 fue una de las socias fundadoras del Círculo Mexicano de Arte Culinario, agrupación que ayudó a valorar el imprescindible rol de las mujeres en la gastronomía nacional, junto a defensoras de la cocina como Martha Chapa, Margarita Carrillo, Alicia de Angeli, María Orsini, Lila Lomelí, Guadalupe Pérez San Vicente, María Dolores Torres, Patricia Celis, Karla Hentschel, Ana María Vásquez Colmenares, Susana Palazuelos y Lula Bertrán, entre otras.
Entre los reconocimientos que cosechó a través de medio siglo de carrera se incluyen el título de Embajadora Culinaria de México, otorgado por la Secretaría de Turismo y la Asociación de Restaurantes de México, y el premio Laurel de Oro, concedido por la Asociación México-España.