¡Viva México! París es magnífico pero ¡qué chulo es México!
Luis Buñuel, en una carta a Gabriel Figueroa
Luis Buñuel (Calanda, España, 1900–Ciudad de México, 1983) tuvo su primer acercamiento con el surrealismo en París, donde se desempeñó como poeta, crítico y cineasta. Ahí filmó, en colaboración con Salvador Dalí, la película que se convirtió en el máximo referente del cine surrealista: Un perro andaluz (1929).
La guerra civil española y el azar lo trajeron a México en 1936, en donde alcanzó el momento más brillante de su carrera.
Buñuel se nacionalizó mexicano en 1949 y filmó en tierras mexicanas un total de 17 películas —la mayor parte de su obra—, entre las que se cuentan: Él (1953), Nazarín (1959), Viridiana (1961) y El ángel exterminador (1962) —consideradas sus obras de mayor madurez— y otras de corte comercial como El gran calavera (1949), Susana (1951) y Ensayo de un crimen (1955).
Los olvidados (1950) fue su primera obra maestra filmada en México. En 1951 se estrenó en el Festival de Cannes, opacada por un halo de críticas que no veían con buenos ojos el retrato que Buñuel y la lente del fotógrafo Gabriel Figueroa lograron de los barrios marginales de la capital mexicana. Casi siete décadas después, en el año 2019, Los olvidados se reestrenó con ovaciones en Cannes, como una muestra de su valor estético y su vigencia.
Eugenio Caballero (Ciudad de México, 1972) se ha labrado un prestigio como uno de los diseñadores de producción más importantes a nivel internacional. Con más de veinte años de experiencia, ha sido responsable del diseño de producción, decoración y dirección de arte de un sinfín de universos cinematográficos.
Caballero explica que el diseño de arte no es una disciplina que se ciñe al mundo de lo estético, sino que pertenece al ámbito de la narrativa, a la interpretación emocional de los guiones a través del color, el volumen y la textura para transmitir en el espectador una idea o una emoción.
A los 17 años comenzó sus estudios sobre Historia del Arte e Historia del Cine en la Universidad de Florencia. En México inició su carrera en el cine al lado de la diseñadora de producción Brigitte Brosch en la película Romeo + Julieta, dirigida por Baz Luhrmann, en 1996. Desde entonces ha colaborado en una veintena de largometrajes entre los que destacan: El laberinto del fauno (Guillermo del Toro, 2006), Lo imposible (J. A. Bayona, 2012) y Roma (Alfonso Cuarón, 2018).
Al correr de los años, su trabajo ha sido reconocido con diversos premios, entre los que se cuentan, por El laberinto del fauno, el Óscar a la Mejor dirección de arte —junto a Pilar Revuelta—, dos Arieles al mejor diseño de arte y escenografía, y un Premio Art Directors Guild.
O actuamos como caballeros, o como lo que somos.
Cantinflas
Cantinflas es uno de los personajes cómicos más emblemáticos del cine nacional. Interpretado por el actor Mario Moreno Reyes (Ciudad de México, 1911–1993), este payaso “peladito” nació a principios de la década de los años treinta, en el escenario del Teatro Carpa Mayab, cuando el actor apareció ataviado con un pantalón caído a media nalga, un sombrero arrugado, una camiseta blanca con agujeros, un chaleco viejo al que le decía “gabardina”, un trapo al hombro y otros andrajos…, sospechosamente parecidos al atuendo del Chupamirto, personaje de historieta mexicana creado por el caricaturista Jesús Acosta. Cuentan que el nombre surgió cuando, a media función, alguien le gritó al actor: “¿Cuánto inflas?”, para saber si su hablar nervioso e inentendible se relacionaba con su estado etílico.
Cantinflas pasó con éxito de una carpa a otra, realizando un acto en compañía de Valentina Ivanova, esposa del actor, y Estanislao Schilinsky, su cuñado, hasta llegar al cine.
En 1940 filmó la película que lo hizo famoso: Ahí está el detalle. Rodó más de 39 filmes entre los que destaca La vuelta al mundo en 80 días (1956), por el que ganó un Globo de Oro en la categoría de Mejor actor de comedia y se convirtió en el actor de la época mejor pagado en el mundo.
Mario Moreno Reyes: empresario, torero cómico, activista por los derechos de los actores, altruista y generoso, fue la estrella número 1,722 en colocar sus huellas en el Paseo de la Fama de Hollywood.
El peculiar uso del lenguaje de su personaje, que hablaba mucho para decir poco, inspiró la creación del verbo “cantinflear”, reconocido por la Real Academia Española en 1992, junto a los adjetivos “cantinflesco”, “cantinflero”, “acantinflado” y el sustantivo “cantinfleo”.
Nació en la Ciudad de México en 1961. Durante su niñez, su vocación se debatía entre dirigir cine o ser astronauta. Todo se definió a los 12 años, cuando recibió de regalo su primera cámara. Más tarde, fue aceptado en la Universidad Nacional Autónoma de México en donde estudiaba Filosofía por las mañanas y cine por las tardes, en el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos.
En 1991 dirigió su exitosa ópera prima Solo con tu pareja, a la que le siguieron: La princesita (1995), Grandes esperanzas (1998), Y tú mamá también (2001) y Los hijos del hombre (2006), entre otras, en las que se destacó también como guionista y productor.
Tras ganar su primer premio de la Academia como Mejor director por la película Gravity, en 2014, el nombre de Alfonso Cuarón fue incluido en la lista de las 100 personas más influyentes del mundo según la revista Time.
Mientras el escritor J. J. Abrams lo denominaba “Master of the Universe”, él se describía a sí mismo como un “obrero del cine” y como tal siguió construyendo historias, hasta llegar a la noche de la edición 91 de los Premios Óscar, en 2019, cuando Roma se convirtió en la primera película mexicana en llevarse el premio como Mejor película extranjera y él en el primer director de una película extranjera en ganar el reconocimiento como Mejor director.
Considerada una “obra maestra”, Roma trascendió a sus múltiples nominaciones y premios para convertirse en un fenómeno cultural que sirvió para impulsar la creación de la primera Carta de Derechos de las trabajadoras del hogar, en Estados Unidos y en México.
Además, su protagonista, Yalitza Aparicio (Tlaxiaco, Oaxaca, 1993) se convirtió en la primera actriz indígena mexicana nominada a los Premios Óscar en la categoría de Mejor actriz. Su imagen ha dado la vuelta al mundo, convirtiéndola en un fenómeno mediático que está derribando estereotipos y ha puesto luz sobre la importancia de valorar a las comunidades indígenas, así como del respeto a la lengua.
“El Chavo del ocho” es una de las series de televisión más influyentes y populares de Latinoamérica. Creada por el actor, escritor, productor y compositor musical Roberto Gómez Bolaños, conocido como “Chespirito”, se emitió por primera vez el 20 de junio de 1971. Debe su nombre a la señal donde se transmitió: el canal 8, de Televisión Independiente de México, que era dirigida por don Joaquín Vargas Gómez y más tarde fue absorbido por Televisa.
Permaneció al aire por 20 años consecutivos, durante los cuales sus personajes: El Chavo —Roberto Gómez Bolaños—, la Chilindrina —María Antonieta de las Nieves—, Quico —Carlos Villagrán—, don Ramón —Ramón Valdés—, doña Florinda —Florinda Meza—, el profesor Jirafales —Rubén Aguirre—, el señor Barriga —Edgar Vivar—, la Bruja del 71 —Angelines Fernández— y Jaimito, “el cartero” —Raúl “Chato” Padilla—, vivieron gracias y desgracias dentro de una vecindad. Algunas de sus frases como “Fue sin querer, queriendo” y “Es que no me tienen paciencia”, entre muchas otras, se arraigaron a la cultura latinoamericana.
Se calcula que en su momento cumbre fue vista por 350 millones de telespectadores a la semana. Fue doblada a más de 50 idiomas y llegó a países como China, Japón, Grecia, Marruecos y Tailandia. Las repeticiones de sus capítulos originales y la versión de “El Chavo animado” se siguen transmitiendo en más de 20 países.
Considerada como una de las mujeres más bellas del mundo, la actriz María Félix (Álamos, Sonora, 1914– Ciudad de México, 2002) se destacó por su imponente personalidad dentro y fuera de la pantalla grande.
Debutó en la película El Peñón de las ánimas (1942), que marcó el inicio de una exitosa trayectoria cinematográfica que comprendió 47 películas filmadas en Italia, México, España, Francia y Argentina, entre las que destacan Tizoc (1957), La bandida (1963) y Doña Bárbara (1943), por la que sería recordada como La Doña.
Hay quienes afirman que el close up se inventó con el famoso acercamiento que el fotógrafo Gabriel Figueroa realizó a sus ojos en la película Enamorada (1946).
El recuerdo de la gran diva mexicana del cine sigue vigente, inmortalizado en el séptimo arte, en sus polémicas entrevistas y en la música, a través de la canción María bonita compuesta por Agustín Lara, quien fuera su esposo.
Arraigado en la cultura nacionalista posrevolucionaria, Emilio Fernández Romo (Mineral del Hondo, Coahuila, 1904–Ciudad de México, 1986), mejor conocido como “El Indio” se consolidó como uno de los cineastas fundamentales de la Época de Oro del cine mexicano, quien solía afirmar sin reparo: “Sólo existe un México, el que yo inventé”.
Muy joven se enroló en las tropas de la rebelión delahuertista que luchaban contra el gobierno de Álvaro Obregón. Fue apresado, pero no por mucho tiempo, porque logró darse a la fuga y llegar hasta Estados Unidos.
Durante su exilio vivió en Los Ángeles, donde trabajó como extra y doble de estrellas en Hollywood. Cuentan que durante esta época posó como modelo para la estatuilla del Oscar por invitación de su amiga Dolores del Río, quien consideró que su físico era ideal para la escultura que le habían encargado a su esposo, el director de arte Cedric Gibbons.
A su regreso a México y con la influencia de Sergei Eisenstein comenzó una carrera cinematográfica que abarcó más de 120 cintas en las que se desempeñó como actor, director y guionista, entre ellas: María Candelaria y Flor Silvestre, protagonizadas por Dolores de Río (1943); La perla, primera película en lengua hispanohablante merecedora de un Globo de Oro (1945) y Enamorada, una de las cintas más conocidas del cine nacional que se estrenó en 1946 y que en el año 2019 fue presentada por el director Martin Scorsese en una función especial dentro del Festival de Cannes.
Al fotógrafo Gabriel Figueroa (Ciudad de México, 1907-1997) se le ha concedido la calidad de gloria de la industria cinematográfica mexicana, ya que su óptica compuso un lenguaje de claroscuros que definió la imagen idealizada de México y da fondo a nuestra memoria e identidad.
Cuentan que Diego Rivera lo nombró “el cuarto muralista”, pues logró encontrar en la pantalla un nuevo soporte desde el cual los “murales ambulantes” fusionaron su perspectiva con inspiraciones tomadas de la obra de José Guadalupe Posada, Leopoldo Méndez, José Clemente Orozco, Manuel Álvarez Bravo, Tina Modotti, y otros grandes pintores y fotógrafos de la época, representantes del Taller de Gráfica Popular y del movimiento preocupado por construir la idea misma de lo nacional a través de la actividad artística.
La primera película que registró su crédito como co-fotógrafo fue ¡Que Viva México! (1932), obra de Sergei Eisenstein, en la que colaboró con Eduard Tisse, una de sus mayores influencias.
Su filmografía incluye 210 títulos, realizados en poco más de cincuenta años de trayectoria, en los que colaboró con directores como “El Indio” Fernández, Luis Buñuel y Roberto Gavaldón, en cintas que continúan siendo un referente como María Candelaria (1943), Enamorada (1946), Los olvidados (1950), El rebozo de Soledad (1952) y Macario (1960)
Gael García Bernal (Guadalajara, Jalisco, 1978) nació en el seno de una familia de actores y debutó en televisión nacional a los 11 años. Tras cosechar popularidad como actor infantil, se marchó a Londres a estudiar arte dramático en la Central School of Speech and Drama, para después convertirse en uno de los actores mexicanos con más proyección internacional.
Su aparición en el cortometraje De tripas corazón, nominado al Óscar en 1996, marcó el inició de su carrera cinematográfica. Luego siguieron largometrajes como Amores perros (2000) e Y tu mamá también (2001), que igualmente obtuvieron nominaciones por parte de la Academia.
Desde entonces ha protagonizado más de 30 películas filmadas en países como Francia, España, Estados Unidos, Chile y Cuba, entre otros, en los que sus interpretaciones le han valido premios como el Ariel al Mejor actor por la cinta Amores perros, en el 2001; el Premio Marcello Mastroianni a la interpretación revelación —compartido con el actor Diego Luna— por Y tu mamá también; el premio Revelación del año por su interpretación del tema “Quiero que me quieras” en los Premios Oye; el reconocimiento a la Trayectoria cinematográfica en los Premios Mayahuel de Plata, en 2009; y Mejor actor de serie de TV–Comedia o musical por su papel en Mozart in the Jungle, en 2016.
En otras áreas, el también productor, guionista y director se ha destacado por su trabajo como activista. Por su labor y apoyo a la comunidad, fue nombrado embajador de la campaña de la Comisión Latina contra el sida en Nueva York.
En el año 2000 con su ópera prima Amores perros, Alejandro González Iñárritu (Ciudad de México, 1963) sorprendió a propios y extraños al revelarse como un director capaz de retratar la crudeza y el drama de la realidad mexicana.
Hasta ese momento su carrera solo se había vinculado a la radio comercial y las campañas publicitarias. Aunque estuvo alejado del círculo cinematográfico intelectual, llevaba años preparándose para hacer su debut en grande.
La cinta, —escrita por Guillermo Arriaga—, en la que se desarrolla una trama de historias cruzadas ganó once premios Ariel, un BAFTA y el premio de la crítica en el Festival de Cannes, además de ser nominada al Óscar como Mejor película extranjera.
Este éxito catapultó al “Negro” —como lo conocen sus amigos— al firmamento internacional. Comenzó a trabajar con la élite hollywoodense y se destacó como un “director de pocas películas, pero muchos aciertos”.
Con películas como Babel (2005), Biutiful (2010), Birdman (2014), El renacido (2015) y Carne y arena (2017) ha ido coleccionando premios y poder dentro de la industria y se ha llevado a su casa cinco premios Óscar, cuatro Globos de Oro y tres BAFTA, entre otros. En 2019 presidió el jurado del Festival Cannes, convirtiéndose en el segundo latinoamericano en ocupar dicho cargo.
Salma Hayek (Coatzacoalcos, 1966) se ha ganado un prestigio como una de las mujeres latinas más influyentes de la cinematografía internacional. Luego de comenzar su carrera en México como actriz de telenovelas, en 1995 se abrió paso en las pantallas estadounidenses con la película Desperado, bajo la dirección de Robert Rodríguez.
Tras varias participaciones en películas como Del crepúsculo al amanecer (1996) o Four rooms (1995) se convirtió en el arquetipo de la actriz latina, sensual y voluptuosa de Hollywood; sin embargo, mientras esto sucedía, Salma ya trabajaba en el proyecto más ambicioso de su carrera: Frida.
Durante años sorteó todo tipo de obstáculos para interpretar a la pintora mexicana, desde conseguir los derechos para usar la obra de Frida Kahlo, hasta la negativa de productores quienes no aceptaban que ella protagonizara la película al no ser considerada una “estrella”, por esta razón creó Ventanarosa, su propia casa productora.
Como productora y actriz, Hayek estrenó Frida en el 2002, la cual obtuvo varias nominaciones al Óscar y ganó Mejor banda sonora y Mejor maquillaje. Desde entonces, su trayectoria como actriz, productora y directora ha ido madurando.
Como activista, en el año 2005, habló frente al Consejo estadounidense sobre la lucha contra el machismo y la violencia doméstica que sufren las mujeres en Latinoamérica.
Mucho más que un actor, cantante o figura pública, Pedro Infante (Mazatlán, Sinaloa, 1917–Mérida, Yucatán, 1957) es reconocido como un emblema nacional, ícono de una época dorada instalada en el imaginario colectivo que durante décadas contribuyó a la construcción de la mexicanidad.
Grabó más de 300 canciones y su rostro llenó la pantalla grande en más de 60 películas, en las que destacó por su gran carisma y la calidad de sus interpretaciones —sinceras y emotivas—, que a la postre han dificultado la tarea de separar al actor de sus personajes, convirtiéndolo en el canon del hombre mexicano: dicharachero, trabajador, ético, casto, buen hijo, ojialegre, pero leal.
Su muerte, trágica y prematura, le confirió la calidad de un mito que sigue vigente gracias a películas como la trilogía Nosotros los pobres (1948), Ustedes los ricos (1948), Pepe el Toro (1953), Los tres García (1947), A toda máquina (1951), El inocente (1956) y Tizoc (1957); por esta última fue premiado con un Ariel, un Globo de Oro y un Oso de Berlín como mejor actor.
Cuando tenía apenas 15 años, el talento de María Cristina Jurado García (Guadalajara, Jalisco, 1924– Cuernavaca, Morelos, 2002) llamó la atención del director Emilio “El Indio” Fernández, quien le ofreció un papel en su ópera prima La isla de la pasión, pero la adolescente no tenía el permiso de sus padres para actuar, así que tuvo que rechazarlo.
Más tarde, en 1943, aún sin permiso, debutó en la película No matarás, dirigida por Chano Urueta, y empezó a ser conocida artísticamente como Katy Jurado. Para 1951 ya se había mudado a Hollywood, donde trabajó como columnista de cine, periodista de radio y crítica taurina.
Fue precisamente en una corrida de toros en donde conoció al actor John Wayne y al cineasta Budd Boetticher, quien la integró al elenco de la película The Bullfighter and the Lady (1951). Así comenzó su exitosa carrera, convirtiéndose en un personaje habitual del cine western de la época. Con el tiempo, le llegaron personajes más complejos; se especializó en interpretar a mujeres perversas y seductoras. Trabajó en más de 60 películas en las que compartió créditos con figuras como Charlton Heston, Marlon Brando, Grace Kelly y Elvis Presley.
Fue la primera actriz latinoamericana en ser ganadora de un Globo de Oro, por su actuación en la cinta High Noon (1952), y la primera en ser nominada a un Óscar en la categoría de Mejor actriz de reparto por su interpretación en Broken Lanceen (1954), abriendo las puertas de la meca del cine a sus sucesoras.
Conocido como El Chivo, Emmanuel Lubezki (Ciudad de México, 1964) ha sido catalogado como uno de los mejores directores de fotografía de los últimos tiempos, un taumaturgo capaz de dominar la luz y las sombras para crear mundos oníricos, fantásticos, distópicos o incluso de retratar al sol girando entre el atardecer y la noche.
Autodenominado “psiquiatra de la imagen”, descubrió su amor por la fotografía siendo muy niño, a través de la lente de una Kodak Instamatic 54x, con la que documentó incontables paseos infantiles. Más tarde, estudió en el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC).
Desde su debut en Será por eso que la quiero tanto, dirigida por Carlos Markovich en 1985, su carrera siguió en ascenso, realizando la cinematografía de más de 40 largometrajes entre los que se cuentan cintas emblemáticas como: Solo con tu pareja (1991), Como agua para chocolate (1992), Y tu mamá también (2001), La princesita (1995), La leyenda del jinete sin cabeza (1999) o El árbol de la vida (2011), hasta llegar a los filmes que lo catapultaron a la calidad de genio: Gravity (2013), Birdman o la inesperada virtud de la ignorancia (2014) y El renacido (2015).
Ha sido objeto de incontables nominaciones cinematográficas; tiene en su haber cuatro premios BAFTA y tres premios Óscar (2013 a 2015).
Hijo del escenógrafo Alejandro Luna y la vestuarista Fiona Alexander, se podría decir que Diego Luna (Ciudad de México, 1979) nació en el teatro. Vino al mundo en el transcurso de una temporada teatral, poco después de que Patricia Bernal, actriz en la misma obra, pariera a Gael García Bernal durante los ensayos. Desde entonces data la amistad que luego se convirtió en complicidad artística.
Diego creció tras bambalinas y debutó como actor a los seis años en una obra dirigida por Luis de Tavira. Más tarde continuó su carrera en la televisión y se consolidó en el cine gracias a la cinta Y tú mamá también, por la que recibió el Premio Marcello Mastroianni al Mejor actor joven (2001) —compartido con Gael García Bernal—.
Su personaje del “Charolastra” catapultó su carrera y desde entonces ha trabajado en más de 30 películas filmadas en México, Estados Unidos y España, entre las que destacan: Frida (2002), La terminal (2004), dirigida por Steven Spielberg, y Rogue One: una historia de Star Wars (2016).
En México ha privilegiado la producción teatral y es uno de los socios fundadores de la productora Canana y el festival de documentales Ambulante. También ha incursionado en la dirección, primero con la película Abel (2010), luego con César Chávez (2014), que cuenta la historia del líder campesino mexicoestadounidense que luchó por los derechos civiles de los trabajadores y los inmigrantes en el sur de Estados Unidos a mediados delsiglo XX, y Mr. Pig (2016), protagonizada por Danny Glover, que formó parte de la selección especial del Festival de Sundance.
Rodrigo Prieto (Ciudad de México, 1965) es uno de los fotógrafos de cine mexicanos más destacados de su generación, cuyo trabajo se define por su constante innovación en la técnica y por el desarrollo de un mundo visual versátil y discreto.
Su talento para transitar entre géneros y estilos le ha permitido descifrar la mirada de directores tan diferentes entre sí como Francis Lawrence, Curtis Hanson Pedro Almodóvar o Spike Lee.
Ha colaborado en más de treinta películas, entre los que destacan: Los abrazos rotos (2009), de Pedro Almodóvar, y The Wolf of Wall Street (2013), de Martin Scorsese. Como director de fotografía fue nominado al Óscar por su trabajo en Brokeback Mountain (2006), dirigida por Ang Lee; Silence (2017), de Martin Scorsese, y tambien al BAFTA por Babel (2006), de Alejandro González Iñárritu.
Rodrigo Prieto, Guillermo Navarro y Emmanuel Lubezki pertenecen a un grupo de destacados cineastas que en la década de los noventa redefinieron el cine mexicano y que, con el paso de los años, han consolidado sus trayectorias dentro del cine mundial con estilos inigualables.
Hijo de una soldadera y un irlandés que participó en la Revolución, Antonio Rodolfo Quinn Oaxaca (1915– 2001) nació en Chihuahua, junto a la piedra de molino detrás de una cocina. Transcurría un tiempo de fusiles y gritos de guerra cuando su madre sintió los primeros dolores de parto mientras molía maíz.
Desde muy pequeño migró a Estados Unidos y comenzó a trabajar a los cinco años. Fue vendedor de periódicos, bolero, albañil, boxeador e incluso predicador. Convertirse en el actor, conocido simplemente como Anthony Quinn, no figuraba entre sus planes. Descubrió su vocación cuando era estudiante de arquitectura.
A los 19 años de edad se presentó en el despacho del arquitecto Frank Lloyd Wright, quien le había otorgado una beca y notó que el joven tenía un frenillo en la lengua, por lo que lo envió con un doctor que corrigió el problema. La rehabilitación incluyó clases de voz que se impartían en una escuela de actuación. Pasó de interpretar personajes en obras escolares a ser extra en películas y convertirse en uno de los actores más destacados de su generación.
Participó en más de 150 películas filmadas en Hollywood, México, Canadá, Italia, Brasil, Francia, Reino Unido, Sudáfrica, España y Alemania. Ganó su primer Óscar en 1952, como Mejor actor de reparto en la película ¡Viva Zapata! y el segundo en la misma categoría, en 1956, por su actuación en El loco del pelo rojo.
“Yo no pensaba en el cine, el cine pensó en mí”, afirmó alguna vez Dolores del Río (1904–1983), figura mítica en el espectáculo latinoamericano, quien dejó una huella indeleble en la historia de la cinematografía.
Nació en Durango y, como todas las hijas de familia de su pueblo, se casó muy joven con un empresario que perdió su fortuna en el desastre del algodón. Sin dinero y sin saber cómo recuperar su estatus, recibió una señal: conoció por casualidad al director de cine Edwin Carewe, quien le dijo que tenía potencial para convertirse en la versión femenina de Rodolfo Valentino.
La joven no sabía nada de actuación ni hablaba inglés, pero a pesar de ello debutó en 1925 comenzando una carrera que acumuló papeles protagónicos en decenas de películas mudas y sonoras en México, Estados Unidos, España, Italia y Grecia, entre las que destacan: Ramona (1928), Flor Silvestre y María Candelaria (1943).
Fue considerada la segunda mujer más hermosa de Hollywood —solo superada por Greta Garbo— y su presencia inspiró a miles de mujeres que emulaban su estilo. Fue la primera que se pintó los labios sin buscar la forma de corazón, así como pionera del uso del bañador de dos piezas.
Dolores le abrió las puertas del cine internacional a directores y actores, a quienes apoyó durante años con recursos y contactos para que buscaran suerte fuera de México. Fue la primera mujer en participar en el jurado del Festival de Cannes y cofundadora de la Sociedad para la Protección de los Tesoros Artísticos de México.
La lucha libre es una de las manifestaciones culturales más representativas del país. Una representación de la eterna lucha entre el bien y el mal: los técnicos contra los rudos, la ética contra la ilegalidad que refleja la idiosincrasia mexicana.
En la congregación de la lucha libre se levantó un “Santo” de gran veneración, el único súper héroe de carne y hueso en el mundo: El enmascarado
de plata.
Detrás de la máscara, que colmó arenas y butacas de cine, estaba Rodolfo Guzmán Huerta (1917–1984), nacido en Tulancingo, Hidalgo, pero criado en el barrio bravo de Tepito. Su debut sobre la lona fue en 1934 y luego de varias caídas —sin límite de tiempo—, interminables abucheos y descartados nombres como el Hombre Rojo, Demonio Negro, y Murciélago II, en 1942 llegó a la Arena México con la máscara plateada y el nombre que lo convirtieron en leyenda.
El “Santo” trascendió el terreno de la lucha para entrar al mundo de las historietas y protagonizar una cincuentena de filmes —entre 1958 y 1980—, donde combatió asesinos, monstruos del espacio, mujeres vampiro y gánsteres internacionales. Es un ícono de la cultura popular mexicana.
Durante el encuentro con la prensa asistente a la Ceremonia de los Globos de Oro en 2018, tras recibir el premio a mejor director por la cinta La forma del agua, le preguntaron a Del Toro cómo es que tenía la habilidad de ver el lado oscuro de la naturaleza humana y al mismo tiempo ser una persona alegre y amorosa. “Porque soy mexicano —contestó—. Nadie ama la vida más que nosotros porque estamos conscientes de la muerte”.
Con su ópera prima, La invención de Cronos (1993), Del Toro (Guadalajara, Jalisco, 1964) demostró que existía en México mucho más que un cine de mirada fatalista y abrió una ventana a las historias de monstruos entrañables y mundos fantásticos que han marcado su carrera. El espinazo del diablo (2001), El laberinto del fauno (2006) y Hellboy (2004), son solo algunas de las decenas de películas que lo han consolidado como un referente de la cinematografía actual.
Pero además de sus múltiples premios, “Totoro-san”, el niño eterno que un día hizo un pacto con sus monstruos para reivindicarlos, también se ha convertido en uno de los mexicanos más queridos. Un titán dispuesto a apoyar todo tipo de causas: desde ayudar a los niños del equipo de la Sociedad Matemática Mexicana a llegar a las Olimpiadas Matemáticas de Sudáfrica —y ganar—, hasta otorgar becas. Está convencido de que “cada vez que podemos demostrar las exportaciones mexicanas, cosas como la ciencia, arte y cultura, incluye un discurso importante en el mundo y nos ayuda a recordar de dónde somos”54.