El taco es el máximo embajador culinario de México en el mundo. Se prepara con una tortilla de maíz o harina de trigo, doblada o enrollada, rellena con cualquier tipo de guiso o carne.
Su nacimiento fue consecuencia de la derivación del uso de la tortilla, que en sus orígenes se empleaba como cuchara o plato comestible. Los indígenas lo llamaban tlatoalli, que significa “tortilla con relleno”.
Es el antojito de mayor consumo en nuestro país, de presencia perenne en las mesas hogareñas, restaurantes, fondas, mercados y puestos callejeros. Su nombre casi siempre alude a su preparación o a la especialidad que lo caracteriza. Entre los más conocidos existen los dorados —freídos con aceite—, los suaves y los tacos al vapor; incluso existen los tacos de nada, que son la simple tortilla doblada o enrollada, servidos al natural o fritos, solos o con salsa.
Los tacos al pastor son conocidos como tacos de trompo, están rellenos con carne de cerdo, adobada en una salsa de chiles secos y achiote, que se ensarta en una espada, adquiriendo la forma de un trompo coronado con una piña, que el taquero gira manualmente mientras se cuece a las brasas. Se acompaña con cebolla y cilantro picado, jugo de limón y salsa.
Estos famosos tacos, catalogados como el mejor platillo del mundo por el sitio Taste Atlas, surgieron en la década de los veinte cuando un grupo de libaneses mezclaron la técnica del shawarma —preparado con la carne de cordero marinada y cocida en un espetón— con los ingredientes y el toque mexicano.
De la gran variedad de platillos elaborados con ma- sa nixtamalizada, los más importantes son, sin duda, las tortillas y los tamales —nombrados originalmente como tamalli, que significa “envuelto” en náhuatl—.
La masa se envuelve cuidadosamente en hojas de maíz o de plátano, se le añade algún guiso o simplemente salsa de chile con trozos de carne y verduras o frijoles, y se dejan cocer al vapor.
En el México antiguo, las tortillas eran el alimento de todos los días, mientras que los tamales estaban reservados para los grandes banquetes festivos. Su nacimiento está ligado a la domesticación del maíz y existen indicios que sugieren su consumo alrededor de las pirámides del sol y de la luna en Teotihuacán entre los años 250 a. C. y 750 d. C.
En la actualidad, los tamales dejaron de ser un platillo de días especiales para formar parte de la cotidianeidad de los mexicanos, sobre todo en la Ciudad de México, donde la torta de tamal es parte fundamental de la alimentación. También siguen siendo protagonistas de fiestas como el Día de Muertos, la Candelaria y Navidad —en el norte del país—.
Existen más de 500 tipos de tamal: desde chipilín al tamal de cazuela, pasando por los chanchamitos, los piltamales, los vaporcitos y los zacahuiles, entre muchos otros.
Nacido en Tlaxiaco, Oaxaca, Rufino Tamayo (1899– 1991) es uno de los grandes muralistas latinoamericanos, quien se caracterizó por su rebeldía, al alejarse de algunos de los preceptos del movimiento nacionalista en busca de su propia interpretación de la mexicanidad.
“Mi sentimiento es mexicano, mi color es mexicano, mis formas son mexicanas —argumentó—, pero mi concepto es una mezcla [...]. Ser mexicano, nutrirme en la tradición de mi tierra, pero al mismo tiempo recibir del mundo y dar al mundo cuanto pueda: este es mi credo de mexicano internacional”53. En lugar de satanizar la influencia de las tendencias europeas, Tamayo las abrazó y las combinó con su profundo conocimiento del arte precolombino y de su raíz indígena. A diferencia de Rivera, Siqueiros y Orozco, optó por hacer una pintura libre, sin historicismo ni proclamas políticas, lo que dotó a su obra de un carácter universal.
Sus murales más emblemáticos son Homenaje a la Raza (1952) y México de hoy (1953). Con el tiempo cambió los murales por los lienzos y el caballete; fue precursor de la técnica gráfica de la mixografía y realizó aproximaamente 600 óleos, 400 retratos y 21 murales. El Museo de Arte Contemporáneo Internacional Rufino Tamayo, en la Ciudad de México, es uno de los centros de arte más modernos en el mundo, que ha promovido la obra de cientos de artistas internacionales.
El inventor y empresario Manuel Gutiérrez Novelo es poseedor de más de 45 patentes alrededor del mundo, relacionadas con el desarrollo de tecnologías en 3D. El sendero que este tapatío ha transitado para llegar a ser conocido como el “embajador tecnológico de México” comenzó cuando sus abuelos le obsequiaron un juguete de moda llamado View Master, que proyectaba imágenes fijas en tercera dimensión.
El niño se preguntó por qué no existía un sistema que pudiera emular este efecto en sus programas de televisión favoritos y como nadie lo inventaba, puso manos a la obra. Décadas más tarde, diseñó un método para codificar imágenes estereoscópicas en tres dimensiones utilizado en los reproductores Blu-ray 3D caseros.
En 1999, tras no encontrar apoyo en las instituciones mexicanas, obtuvo una visa de inversionista en Estados Unidos y pronto captó el interés de la NASA, el Pentágono, Walt Disney y DreamWorks, empresas con las que dio a conocer inventos como el head-mounted display o las cámaras multilente para experiencias inmersivas en tercera dimensión y realidad virtual.
Gutiérrez Novelo está convencido de que en nuestro país existe el talento necesario para ser pun- ta de lanza en el desarrollo de nuevas tecnologías; por ello, ha emprendido una serie de colaboraciones y gestiones para que los jóvenes inventores no tengan que emigrar para cumplir sus sueños. Su labor ha sido clave para que México tenga una presencia cada vez mayor en la Feria Internacional de Electrónica de Consumo(CES).
El origen de este género televisivo se remonta al folletín francés por entregas del siglo XIX, que derivó en la historieta romántica y más tarde encontró voz y fondo musical en las radionovelas. Al popularizarse el uso de la televisión, las historias buscaron un espacio dentro de la pantalla chica.
El primer prototipo de un modelo de trama por entregas semanales en televisión, con el halo romántico de los folletines europeos, se realizó en Cuba, en 1951. Ese mismo año se estrenó en México “Ángeles de la calle”. El formato que conocemos actualmente sucedió hasta 1958, año en que se emitió “Senda prohibida”.
El alcance global de estos seriales llegó en 1978, cuando “Los ricos también lloran” fue llevada a Rusia, China, Estados Unidos y Medio Oriente. El éxito fue tal que su protagonista, Verónica Castro, fue nombrada Embajadora de paz en Rusia y las telenovelas se con- virtieron en el producto más exportado por Televisa, empresa precursora del género.
La ruta de los melodramas cosechó audiencias en los lugares más insospechados y sus protagonistas —actrices como Victoria Rufo, Edith González o Thalía— eran recibidas como heroínas lo mismo en Turquía que en Uzbekistán, Filipinas, Armenia, o Indonesia.
El impacto de la telenovela ha sido motivo de innumerables análisis y críticas, pero también se ha explorado como un recurso didáctico.
En 1984, Miguel Sabido, creador de la telenovela educativa, recibió una invitación por parte de Indira Gandhi para desarrollar en la India una trama que promoviera la armonía entre castas y una crítica al matrimonio concertado entre padres en este país. Gracias a la Unesco, este tipo de pro- ducciones conocidas como el “Modelo Sabido” gozaron de mucho éxito en países como Etiopía, Kenya, Costa de Marfil, Malawi, Burkina Faso, Nigeria, Ruanda, Sudán y Swazilandia, brindando información de temas como la planificación familiar y la equidad de género.
La palabra temazcal proviene del náhuatl temazcalli, que significa “casa de baño”. Es un poderoso baño de vapor prehispánico, a base de piedras volcánicas calientes y plantas curativas, que se realiza con fines terapéuticos, y rituales.
Según la cosmogonía azteca, la tradición del temazcal simboliza un reencuentro con el útero materno, un lugar para la limpieza y el renacimiento, resguarda do por Temazcaltoci —madre de los dioses, abuela de la tierra—, por lo que no solo se limita a purificar el cuerpo sino también el alma. Pese a los esfuerzos de los conquistadores españoles por erradicarla, la práctica del temazcal sigue vigente y cada vez adquiere más adeptos.
Entre los beneficios de esta técnica milenaria están: acelerar el proceso curativo, especialmente en traumatismos, huesos rotos, contusiones y problemas cutáneos, pues estimula la renovación de la piel. Ayudar a combatir gripa, bronquitis, asma, sinusitis y otras enfermedades, pues al elevarse la temperatura y combinarse el vapor con el aroma de las plantas medicinales, se destapan las vías respiratorias. Las parteras tradicionales lo usan como medio preventivo y en la atención del parto y posparto.
El tequila es el destilado de agave más conocido en el mundo. Se obtiene exclusivamente de la variedad tequilana azul —o tequilana weber— que crece principalmente en la comunidad de Tequila, Jalisco.
Se consume desde tiempos coloniales y a finales del siglo XIX comenzó a exportarse con el nombre de vino mezcal de tequila. Más tarde, al someter este mezcal a una segunda destilación, comenzó a comercializarse como actualmente lo conocemos.
Los aires revolucionarios le dieron al tequila un impulso definitivo. El renacer nacional y el cine, uno de sus promotores principales, llevaron a los rincones más lejanos la imagen de un México de jinetes alegres, bragados, que lo mismo curaban sus penas que festejaban sus alegrías bebiendo tequila.
Esta bebida se toma popularmente en un vaso tequilero o caballito. Puede beberse sola o acompañada de sangrita y es ingrediente de cocteles como la Paloma, la Margarita, el Charro negro, el Campiro y la Cucaracha.
El paisaje agavero de Tequila, Jalisco, famoso por darle denominación de origen a la bebida considerada emblema nacional, ha sido declarado por la Unesco Patrimonio Mundial de la Humanidad en reconocimiento a su importancia cultural y belleza.
La tradición textil mexicana no es solo una práctica artesanal viva y en constante transformación, sino que representa un lenguaje a través del cual nuestras culturas ancestrales muestran su identidad e inmortalizan sus costumbres y cosmogonías.
En todas las comunidades indígenas en el país existen artistas textiles, tejedoras y bordadoras que se han encargado de proteger las técnicas y los simbolismos y, en palabras difundidas por el Museo de Arte Popular, en cuyas “manos milagrosas convierten necesidades y miedos en espíritu, obras de arte popular surgidas de la biodiversidad que conforma su hábitat natural”.
La riqueza de este patrimonio comienza con la preparación del material, el teñido de las fibras y los hilos, con tinturas naturales, y culmina con el desarrollo de los diseños y la ejecución.
En Oaxaca esta sabiduría se conserva en manos de los mazatecos, chinantecos, mixes y zapotecos, estos últimos, habitantes del Istmo de Tehuantepec, realizan uno de los bordados más reconocidos en el mundo, sobre prendas de terciopelo oscuro, grandes flores coloridas y un borde de seda plisada en la orilla de la falda, conocido como el traje de tehuana. Otras comunidades son los mayas, en Yucatán; los purépechas y otomíes, en Michoacán; los teneek (o huastecos), en Guerrero; los tzotziles, tzeltales y zoques, en San Luis Potosí; los totonacas, en Veracruz; los mazahuas, en el Estado de México; los amuzgos, en Chiapas; los rarámuris-tarahumaras, en Chihuahua y los huicholes-wixárikas, en Nayarit.
La belleza del trabajo textil artesanal de estas culturas es tanta que, por desgracia, se han registrado múltiples casos en los que diseñadores y empresas internacionales simplemente se apropian de estos diseños y los comercializan sin reconocer su importancia cultural y el carácter a veces sagrado de esta iconografía.
Afirma la crítica de arte María Minera que Francisco Toledo (Juchitán, Oaxaca, 1940-Oaxaca de Juárez, Oaxaca, 2019) es “el artista que abrió las puertas del viejo universo de los mitos, y supo trasladarlos al presente, [...] creador infatigable [...] de un amplísimo cuerpo de obra que posee —y que poseía, ya desde sus inicios— una capacidad de invención tan inusitada que sin lugar a dudas se cuenta entre las investigaciones más interesantes e irremplazables de la plástica mexicana de todos los tiempos”.
En 1959 realizó su primera exposición en la galería de Antonio Souza; más tarde realizó exposiciones en Argentina, Brasil, Colombia, Ecuador, España, Bélgica, Francia, Japón, Suecia, Estados Unidos y otros países.
Dotado de un ilimitado vigor creativo, no solo fue un artista excepcional que cultivó todos los medios imaginables de la plástica, la artesanía y las artes gráficas —un maestro con dominio de todas las técnicas—, también fue un verdadero defensor del patrimonio y la memoria, dedicado a promover y difundir la cultura y las artes de su estado natal.
Con este fin, fundó Ediciones Toledo, el Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca y el Centro Fotográfico Álvarez Bravo, entre otros; además de promover proyectos ecológicos para la protección de zonas como Monte Albán y el río Papaloapan, labor por la que recibió reconocimientos como el Premio Anual Federico Sescosse, otorgado por el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios, organismo de la Unesco (2003).
Durante el encuentro con la prensa asistente a la Ceremonia de los Globos de Oro en 2018, tras recibir el premio a mejor director por la cinta La forma del agua, le preguntaron a Del Toro cómo es que tenía la habilidad de ver el lado oscuro de la naturaleza humana y al mismo tiempo ser una persona alegre y amorosa. “Porque soy mexicano —contestó—. Nadie ama la vida más que nosotros porque estamos conscientes de la muerte”.
Con su ópera prima, La invención de Cronos (1993), Del Toro (Guadalajara, Jalisco, 1964) demostró que existía en México mucho más que un cine de mirada fatalista y abrió una ventana a las historias de monstruos entrañables y mundos fantásticos que han marcado su carrera. El espinazo del diablo (2001), El laberinto del fauno (2006) y Hellboy (2004), son solo algunas de las decenas de películas que lo han consolidado como un referente de la cinematografía actual.
Pero además de sus múltiples premios, “Totoro-san”, el niño eterno que un día hizo un pacto con sus monstruos para reivindicarlos, también se ha convertido en uno de los mexicanos más queridos. Un titán dispuesto a apoyar todo tipo de causas: desde ayudar a los niños del equipo de la Sociedad Matemática Mexicana a llegar a las Olimpiadas Matemáticas de Sudáfrica —y ganar—, hasta otorgar becas. Está convencido de que “cada vez que podemos demostrar las exportaciones mexicanas, cosas como la ciencia, arte y cultura, incluye un discurso importante en el mundo y nos ayuda a recordar de dónde somos”54.
El maíz transformado en tortilla es, desde hace siglos, el alimento protagonista de la alimentación de los mexicanos. Se puede describir como un delgado círculo hecho de masa de maíz, tradicionalmente cocido en comal. Su invención se le atribuye a la cultura olmeca, primer pueblo que cultivó el maíz completamente domesticado en la parte sur de la costa del golfo de México.
En la Historia general de las cosas de la Nueva España, fray Bernardino de Sahagún dedicó varias páginas a la descripción de las tortillas: “Las tortillas que cada día comían los señores se llaman totonqui tlaxcalli tlacuelpacholli, que quiere decir ‘tortillas blancas y calientes y dobladas’; [...] otras tortillas comían cada día que se llamaban veitlaxcalli, quiere decir ‘tortillas grandes’ estas son muy delgadas y anchas y muy blandas”, entre muchas otras.55
Las tortillas se comen calientes y sirven como plato, cubierto y envoltura. Ya sea hechas a mano, usando tortilladoras caseras o hechas en máquinas industrializadas, son la materia prima con la que se preparan los tacos, quesadillas, enchiladas, enmoladas, entomatadas, flautas, tostadas, totopos, chilaquiles, sopas y un sinfín de platillos.
Las tostadas son un antojito elaborado a partir de tortillas de maíz crujientes. Se pueden preparar secadas al sol, al horno, en el comal o freídas en aceite. Habitualmente se comen con alimentos encima, cuya preparación varía de un estado a otro: en Oaxaca son populares las tostadas de chileajo con cama de frijol; en la Ciudad de México, las de pata o tinga de pollo; en Hidalgo y Tlaxcala se pueden probar las tostadas curadas, pasadas por pulque y secadas en comal, aunque también se disfrutan solas, aderezadas con salsa o un buen guacamole.
Otro de los usos de la tortilla son los clásicos totopos. Son trozos de tortilla de maíz crocantes, cortados en forma triangular, que se usan como base de los chilaquiles o como botana. Se sabe que desde tiempos antiguos se comían sobrantes de tortillas tostadas, cuyo nombre era totopochtli, que en náhuatl quiere decir “tostado”. En Oaxaca existe un totopo muy tradicional elaborado en ollas de barro especiales llamadas “comixcales”.
Los totopos son tan populares que incluso hoy existen marcas de botanas comerciales, inspiradas en su forma y sabor, que se venden por todo el mundo. Son ideales para adornar platillos típicos y para degustar con guacamole, salsa, frijoles refritos, o cualquier tipo de dip.
La totoaba macdonali es el pez mexicano más famoso en el mundo. Esta especie endémica del golfo de California pertenece a la familia de las corvinas; es un colosal pez que puede alcanzar dos metros de longitud y superar un peso total de más de 100 kilos. Este pez es especialmente codiciado en China, en donde los practicantes de medicina tradicional afirman que con su vejiga se puede elaborar una sopa que alivia las molestias durante el embarazo, potencia el apetito sexual y propicia la longevidad.
Su sobrexplotación en el mercado oriental generó una caza indiscriminada tal que provocó que la totoaba fuera declarada oficialmente en peligro de extinción en 1975. Por desgracia este hecho no frenó su consumo, sino que desencadenó su caza clandestina. El comercio ilegal la convirtió en un artículo de lujo que llegó a sobrepasar el precio de 8,000 dólares por kilo.
Actualmente es una especie protegida y se ha diseñado un programa para su rescate y conservación junto con la vaquita mariana, especie vecina, víctima de la explotación de la totoaba al quedar atrapada y ahogarse entre las redes de los pescadores furtivos.
Afirmaba el poeta Carlos Pellicer que “el pueblo mexicano tiene dos obsesiones: el gusto por la muerte y el amor a las flores”. Existe una fecha en el calendario espiritual de los mexicanos en que estos dos elementos concurren: el Día de Muertos.
Es una celebración sin comparación en el mundo que guarda sus raíces más remotas en la conmemoración de los rituales mortuorios de tiempos prehispánicos en sincretismo con los rituales religiosos católicos traídos por los españoles.
En la cosmovisión indígena implica el retorno transitorio de las ánimas de los difuntos, quienes regresan a casa, al mundo de los vivos, para convivir con los familiares y nutrirse de la esencia del alimento que se les ofrece en los altares, cuidadosamente puestos en su honor.
Las almas que retornan a la tierra son guiadas por los pétalos de flores —en especial de cempasúchil— que las familias disponen junto a las velas y ofrendas a lo largo de un camino que va desde el cementerio hasta su casa. Los manjares favoritos del difunto se preparan con esmero y se colocan alrededor del altar familiar y de la tumba, en medio de flores, papel picado, calaveras de azúcar y sahumadores en los que se quema el copal.
En su expresión más auténtica, es un acto íntimo, un rito de sencillez doméstica y profundo amor a nuestros ausentes, a quienes no en balde llamamos fieles difuntos. Hasta en la más humilde vivienda se cumple el ceremonial de liberar a la mesa familiar de sus menesteres cotidianos y, por un breve lapso, convertirla en altar, ataviarla con papel de china de los más festivos colores y acompañarla de mole, pulque, dulces y pan que más disfrutaron en vida los homenajeados, cuyos retratos presiden el festejo.
Esta tradición, que se transmite de generación en generación, adquiere diferentes dimensiones de acuerdo con la comunidad en la que se realiza. En las regiones maya, nahua, zapoteca o mixteca esta celebración tiene gran relevancia. Conmovedor, misterioso, risueño, ancestral y único, nuestro Día de Muertos es hoy patrimonio intangible de la humanidad.
La tridilosa es un sistema de construcción cuya base se encuentra en una estructura tridimensional mixta de concreto y acero, que se compone de elementos tubulares unidos a puntos de conexión en forma piramidal, inventada en 1966 por el ingeniero Heberto Castillo Martínez (1928–1997).
La tridilosa reemplaza las trabes y losas de concreto reforzado de los sistemas convencionales; su diferencia fundamental con estos es que no contiene concreto de relleno, lo que permite la construcción de estructuras mucho más ligeras, resistentes y económicas, ya que su empleo representa un considerable ahorro en el uso de materiales.
Por sus ventajas y versatilidad ha sido utilizada en la construcción de más de 200 puentes ligeros, muelles flotantes y en edificios como el World Trade Center y la Torre Chapultepec, en la Ciudad de México, además de varias construcciones en el extranjero, como el edificio Biosfera 2 en Arizona, Estados Unidos.
En 1963 las pantallas monocromáticas de la televisión se pintaron de colores gracias al invento del polifacético Guillermo González Camarena (1917-1965) —inventor, científico, compositor y astrónomo—, quien tardó años en perfeccionar el sistema que revolucionó una de las tecnologías más importantes del siglo pasado.
En 1940, cuando la televisión llevaba casi dos décadas apoderándose de las salas familiares, con apenas 23 años, González Camarena consiguió la patente en México del “Sistema tricromático de secuencia de campos” que utilizaba los colores primarios (el rojo, el verde y el azul) para la captación y reproducción de imágenes. Trabajo durante veinte años en su invento hasta que, gracias a la concesión de la fábrica mexicana de televisores Majestic, pudo producir comercialmente los televisores a color en México.