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Maíz

“El poema del Popol Vuh narra que cuando los dioses dieron origen a la tierra decidieron crear al hombre y para su hechura, probaron primero con barro, pero aquel hombre carecía de fuerza, asi que experimentaron después con el maíz y gracias al grano divino tuvo la fuerza e inteligencia suficientes para poblar al mundo”

El maíz es el máximo obsequio que México le ha dado al mundo. Gracias a su importancia social, económica y cultural, es el cultivo más representativo del país y su consumo está íntimamente ligado a la historia, tradiciones y gastronomía mexicanas, tanto por su alto valor nutricional, como por su versatilidad e importantes propiedades curativas.

Todo comenzó con el Teocintle, semilla silvestre del maíz que fue domesticada hace apróximadamente ocho mil años y cuyos vestigios más antiguos fueron encontrados en Tehuacán, Puebla. Solo en América Latina se han clasificado aproximadamente 220 razas de maíz, de las cuales 64 se producen en México y 59 son exclusivas del país.

Las variantes de su uso son incontables: se puede comer el elote completo (cocido o asado); desgranado, como esquites o en platillos como la sopa de elote o el pozole, hecho de maíz caca- huazintle. Del grano molido se hace la masa de la que nacen las tortillas, sopes y demás variantes.

El hongo que crece en el maíz es conocido como huitlacoche, “manjar de los dioses”. La espiga sirve para hacer atoles y tamales —que son envueltos en hoja de milpa, hoja de maíz o totomoxtle—. Los “pelos” del elote se utilzan para combatir enfermedades del riñón. Los granos secos de la mazorca son considerados “sabios”, por eso se utilizan en ritos ceremoniales y para la adivinación.

© Paola González Vargas
Maíz proteico de calidad / Evangelina Villegas Moreno

En 1970, la doctora Evangelina Villegas (Ciudad de México, 1924–2017) comenzó a colaborar con el genetista Surinder Vasal en el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), con el objetivo de combinar la química de cereales con diferentes ténicas de cultivo para desarrollar una variedad de maíz biofortificado con alto contenido de lisina y triptófano, aminoácidos esenciales que pueden reducir la desnutrición.

Más de dos mil millones de personas en el mundo sufren de “hambre oculta”, ya que consumen una cantidad suficiente de calorías, pero no con la combinación de nutrientes necesarios, lo que provoca daños graves a la salud.32

La doctora Villegas y su equipo analizaron más de 25 mil muestras de granos de maíz al año y proporcionaron al equipo de Vasal datos para sembrar o polinizar distintas líneas experimentales. Una década después lograron desarrollar el maíz proteico de calidad (QPM), una variedad con el doble de lisina y triptófano que el maíz convencional.

Este logro continúa siendo la base para el desarrollo de alimentos biofortificados, de los que existen actualmente 290 variedades que se cultivan en 60 países y llegan a 10 millones de hogares agrícolas aproximadamente.

Los doctores recibieron el Premio Mundial de la Alimentación en el año 2000; Villegas fue la primera mujer en recibir este galardón, además de ser incluida en la prestigiosa lista de Mujeres Distinguidas Internacionales de Alpha Delta Kappa.

Reflections on the global impact of biofortification. Recuperado de https://www.cimmyt.org/news/reflections-on-the-global-impact-of-biofortification/
Maíz proteico de calidad / Evangelina Villegas Moreno
© Luis Salmerón
Armando Manzanero

Nacido en Yucatán, tierra de trovadores, Armando Manzanero (1935) es autor de más de 800 canciones que han sido traducidas a tantos idiomas que dice ya no recordarlos. Gracias a su labor como compositor, cantautor, músico y productor musical, su nombre figura entre los grandes compositores latinoamericanos.

Entre sus éxitos cuenta más de cincuenta temas famosos, como “No”, “Adoro”, “Somos novios”, “Esta tarde vi llover” o “Contigo aprendí”.

De Chavela Vargas a Frank Sinatra, hasta Elis Regina, Los Panchos, Raphael, Elvis Presley, Tony Bennet, Andrés Calamaro y muchos otros, las canciones de Manzanero han sido interpretadas con infinidad de tesituras y arreglos, quedando instaladas en la memoria emocional de millones.

Secretaría de Cultura-INAH
Máquina tortilladora

La primera máquina tortilladora de México fue inventada en 1904 por Everardo Rodríguez Arce y su socio Luis Romero. Esta primera versión producía tortillas cuadradas. Los inventores pretendían innovar no solo el modo de producción, sino también la forma tradicional de la tortilla, argumentando que el cuadrado era la silueta ideal para los tacos. Sin embargo, su propuesta no fue bien recibida, así que adaptaron un molde circular.

Así comenzó un largo proceso de mejoras y contribuciones en el que intervinieron varios inventores hasta 1947, cuando Fausto Celorio inventó la primera máquina automática, la cual constaba de una cabeza de rodillos laminados a presión y una cadena transportadora que llegaba a un comal de dos vueltas que era capaz de producir 16 mil tortillas por día. La compañía Celorio continuó mejorando el proceso y, en 2001, lanzó a nivel mundial un nuevo modelo de máquina tortilladora compacta que la ha llevado a lugares insospechados.

© Raúl Anaya / Cortesía de Colección y Archivo de Fundación Televisa
Margarita

Este coctel, elaborado a base de tequila, ostenta el octavo lugar entre los cocteles más vendidos del mundo. Fue creado por Daniel Negrete, en 1936, cuando trabajaba en el Hotel Garci Crespo en Tehuacán, Puebla.

En la elegante barra del hotel, el cantinero había departido en varias ocasiones con Margarita Orozco, una mujer que tenía la curiosa costumbre de acompañar sus bebidas con golpes de sal. Una noche, inspirado por una de sus largas conversaciones, Daniel colocó hielo en un mezclador, exprimió varios limones, añadió licor triple seco, tomó una copa champañera y escarchó sus bordes en un anillo de sal para comodidad de Margarita, quien ya no tuvo que molestarse en alcanzar el salero.

© Paola González Vargas
María Sabina

María Sabina Magdalena García nació en Huautla de Jiménez, Oaxaca (1894–1985). Fue una curandera y chamana mazateca, mujer sabia que heredó el don de la curación, a través del bálsamo del canto y el lengua- je. Durante toda su vida fungió como sacerdotisa custodiando los grandes secretos de los hongos sagrados, conocidos como “niños santos”.

En los años cincuenta se convirtió en una celebridad, luego de que Robert Gordon Wasson y su esposa Valentina Pavlovna —padres de la etnomicología— difundieran en varias publicaciones sus conocimientos tradicionales sobre el uso ceremonial y curativo de los hongos. Así comenzó un desfile de personalidades de la ciencia, el arte, las letras y el entretenimiento que llegaron a Oaxaca, tras la pista de la chamana, como Albert Hofmann, Aldous Huxley, Walt Disney y The Beatles.

Los poéticos cantos de María Sabina forman parte de un lenguaje esotérico que los curanderos y sacerdotes mexicanos conocen como hualtocaitl, el idioma de la divinidad.

© Nacho López / Secretaría de Cultura-INAH
Mariachi

 

 

Si le preguntan a algún extranjero sobre la definición de México, seguramente responderá que es la tierra del tequila, de los charros y el mariachi. Considerado patrimonio cultural inmaterial de la humanidad por parte de la Unesco desde 2011, el mariachi es un elemento fundamental no solo de nuestra tradición musical, sino de nuestra cultura.

Cocula, Jalisco, es la cuna de este género que data de la época virreinal y mezcla elementos indígenas, europeos y africanos, combinando los sonidos del violín, la guitarra, el guitarrón, la vihuela, el arpa y la trompeta. Este último es actualmente el instrumento insignia de estas agrupaciones, pero no figuraba en la orquestación tradicional.

Fue en 1941 cuando Miguel Martínez se convirtió en el padre de la trompeta mariachera al tocar por primera vez este instrumento acompañando al Mariachi Vargas en la XEW. Su inclusión fue idea de Emilio Azcárraga Vidaurreta, dueño del grupo radiofónico, en un intento por hacer frente a la embestida de la música americana, plagada de metales
de viento.

© Juan Guzmán/ Cortesía de Colección y Archivo de Fundación Televisa
Mariachi

 

 

 

© Juan Guzmán/ Cortesía de Colección y Archivo de Fundación Televisa

Sobre su nombre circulan diversas hipótesis. Algunos afirman que es de origen maya, derivado del vocablo mariamchi, es decir, “los que tienen la misma sangre” y otra versión le atribuye su procedencia al francés mariage, que significa “boda” y que empezó a ser utilizado en el siglo XIX cuando dichos grupos amenizaban estos eventos en los Altos de Jalisco. Aunque es muy popular, los estudiosos de la historia del mariachi rechazan la versión del nombre francés porque a finales del siglo XIX el mariachi era despreciado por la rancia aristocracia mexicana que en aquel entonces prefería los valses europeos.

Su suerte cambió en 1936, en la campaña presidencial de Lázaro Cárdenas, quien se hizo acompañar por el Mariachi Vargas de Tecalitlán en su recorrido por el país. Esto revaloró la imagen del mariachi y le abrió las puertas del cine de la Época de Oro; desde entonces su música ha llegado a lugares insopechados, cruzando, incluso, la barrera del idioma. En Japón, por ejemplo, existe el popular Mariachi Samurái que interpreta canciones en español y japonés.

Rafael Márquez

El defensa central Rafael Márquez, nacido en Zamora, Michoacán, (1979) es el tercer futbolista mexicano con mayor cantidad de representaciones internacionales —en total 148 — y es conocido como “el eterno capitán” por ostentar el récord de disputar cinco mundiales con esta investidura.

Márquez se inició como futbolista profesional en las filas del Atlas de Guadalajara, donde debutó a los 17 años, en 1996. Ese mismo año logró ser seleccionado nacional. Gracias a su destacada participación con la selección azteca llamó la atención de los clubes europeos. El Mónaco francés fue el primero en integrarlo a sus filas, al pagar cuatro millones de dólares por su ficha en la temporada 1999-2000. Después jugó para el F.C. Barcelona, el New York Red Bulls y el Hellas Verona F.C.

Como seleccionado y capitán del equipo tricolor fue campeón de la Copa Confederaciones (1999), ganó la Copa de Oro (2003 y 2011) y la Copa Concacaf (2015), además de alcanzar el subcampeonato de la Copa América (2001). Fue considerado como un jugador internacional absoluto hasta su retiro en el Mundial
de Rusia 2018.

Alamy Stockfoto / Allstar Picture Library
Máscara de luchador

La lucha libre es una versión de la lucha olímpica que se practica en varios países de latinoamérica, pero uno de sus elementos esenciales es puramente mexicano: la máscara.

El primer luchador que creó un personaje que se ocultó detrás de un antifaz para proteger su identidad fue el Ciclón Mckey. Corría la década de los años treinta y el luchador acudió con Antonio H. Martínez, un zapatero leonense, avecinado en la Ciudad de México, para que le diseñara un accesorio que le cubriera el rostro. El Ciclón Mckey se presentó en el cuadrilátero usando una máscara de piel de cabra con cuatro orificios y tuvo tanto éxito que cambió su nombre a “La maravilla enmascarada”.

El poder de la máscara cautivó al público y otros luchadores empezaron a usarla: el Rayo de Jalisco, Black Shadow, Blue Demon y el legendario Santo, el enmascarado de plata, entre muchos otros. Dejaron de ser hombres para transformarse en leyendas, cuyas máscaras se convirtieron en símbolos culturales que han influido en el arte, el cine y la publicidad internacional.

Máscara de luchador
© Gerardo Díaz
Eduardo Matos Moctezuma

Fue la lectura de un libro lo que despertó la pasión de Eduardo Matos Moctezuma (Ciudad de México, 1940) por la arqueología: Dioses, tumbas y sabios, de C.W. Ceram, texto de divulgación que develaba los secretos arqueológicos de las grandes civilizaciones.

A principios de la década de los años sesenta comenzó a trabajar en las excavaciones de Tlatelolco, bajo las órdenes del arqueólogo Francisco González Rull. Más tarde, en 1978, asumió la coordinación del Proyecto Templo Mayor, luego de oponerse a la reconstrucción del templo para privilegiar la conservación de las ruinas como testigos del violento encuentro entre dos culturas. En reconocimiento a su labor, la revista Time lo nombró “Moctezuma III”.

Desde entonces, ha publicado libros como Teotihuacán, la metrópoli de los dioses (1990), Vida y muerte en el Templo Mayor (1995), Las piedras negadas: de la Coatlicue al Templo Mayor (1998) y Estudios mexicas (2006), que se cuentan entre los cientos de libros, tesis y estudios escritos por él mismo y sus colaboradores.

A lo largo de su trayectoria ha desempeñado importantes cargos como la Presidencia del Consejo
de Arqueología y la Dirección del Museo Nacional de Antropología, entre otros. Ha sido galardonado con el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el campo de la Historia, Ciencias Sociales y Filosofía (2007) y el Premio Crónica (2017); en 2017, la Universidad de Harvard inauguró una cátedra con su nombre, convirtiéndolo en el primer mexicano en recibir tal distinción.

Secretaría de Cultura-INAH
Mónica Mayer

Mónica Mayer (Ciudad de México, 1954) es pionera del arte feminista y la performance en México y Latinoamérica. Como artista, mujer, madre y ser humano, una de sus luchas más importantes ha sido en contra de la invisibilidad, por lo que su propuesta insiste en construir narrativas que transformen la imagen históricamente impuesta a la mujer.

En conjunto con Maris Bustamante fundó, en 1983, el primer colectivo de arte feminista de México: Polvo de Gallina Negra. El proyecto más célebre del grupo fue MADRES!, una exploración sobre la maternidad en el que ambas artistas se embarazaron para realizar una observación de la experiencia desde el punto vista sociológico. Parte de esta iniciativa incluyó el experimento “Madre por un día”, en el que una decena de hombres portaron una panza artificial, entre los participantes estuvo el periodista Guillermo Ochoa, quien lo realizó en vivo en televisión nacional en 1987. Las notas y el material recabado ha sido presentado en foros como el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, en España.

En 1989, fundó con Víctor Lerma Pinto mi Raya, un proyecto de arte conceptual que incluye un importante archivo derivado de una investigación sobre arte contemporáneo mexicano iniciada en 1991 y que, a la fecha, incluye más de 200 mil artículos.

Su obra se ha presentado en importantes exposiciones internacionales como WACK!: Art and the Feminist Revolution, en Estados Unidos y Canadá, o La Batalla de los Géneros en el Centro Gallegode Arte Contemporáneo, entre otros.

Cortesía de Mónica Mayer
Abigail Mendoza Ruiz

Nacida en 1960, en Teotitlán del Valle, Oaxaca, Abigail es la figura más importante entre las cocineras tradicionales de México. Su restaurante Tlamanalli fue reconocido en 1993, por el periódico The New York Times como parte de las diez peregrinaciones culinarias imprescindibles de la humanidad y desde entonces ha recorrido los cinco continentes con el fin de transmitir la tradición y la cocina de México y Oaxaca en congresos, festivales y representaciones diplomáticas.

Cuenta que aprendió a cocinar antes que hablar y caminar. Fue acunada en la cocina familiar entre los aromas del chile, el ruido del maíz moliéndose en el metate y el arrullo de cantos zapotecos. A los seis años ya sabía hacer una tortilla y conocía todos los ingredientes para preparar el mole negro.

Hay quienes afirman que Abigail fue elegida por los dioses zapotecos para resguardar la sabiduría culinaria prehispánica y las tradiciones de su cultura, ya que para ella lo más importante es la transmisión de los valores, la comida, la tradición y la lengua, que conforman la identidad de su pueblo a las nuevas generaciones.

© Ignacio Urquiza
Metate © Paola González Vargas

 

 

 

 

 

 

El metate es un instrumento tradicional fabricado con una piedra volcánica rectangular, que se usa para la molienda de ingredientes con la ayuda de una piedra cilíndrica conocida como metlapil o mano del metate. Se cree que su invención promovió el incremento del consumo de semillas en el México prehispánico, vinculado al desarrollo de la domesticación del maíz.

Su uso representa uno de los rituales gastronómicos más importantes del país. En el metate se muelen ingredientes, principalmente maíz y cacao, aunque también se emplea para extraer pigmentos, minerales y vegetales.

Mezcal

Esta bebida mestiza nació gracias a la llegada del alambique y el sistema de destilación a la Nueva España. En la actualidad, se suele hacer una distinción entre mezcal y tequila, pero en realidad se denomina “mezcal” a todos los aguardientes que se obtienen de los diversos tipos de agave, incluido el tequila, cuya fama ha ensombrecido a sus congéneres.

El nombre genérico deriva del náhuatl mexcalli, que significa “pencas de maguey cocidas”; sin embargo, cada mezcal es bautizado según su región: bacanora, en Sonora; xtabentun, en Yucatán; sotol, en Chihuahua; tequila, en Jalisco; comiteco, en Chiapas; charanda, en Michoacán, por mencionar algunos. El mezcal, por excelencia, se produce en Oaxaca, en donde sigue siendo respetado como bebida ritual en
la cultura zapoteca.

© Ignacio Urquiza
Luis Ernesto Miramontes / Barbasco

Luis Ernesto Miramontes Cárdenas (1925–2004), el químico nayarita, tenía 26 años cuando colocó a nuestro país en el mapa científico del siglo XX, gracias a sus descubrimientos derivados del barbasco, una de las plantas endémicas de México más importantes para la industria farmacéutica mundial.

El 15 de octubre de 1951 sintetizó por primera vez la noretisterona, compuesto considerado como una de las 17 moléculas más importantes en la historia de la humanidad, ya que consolidó una serie de avances médicos que incluyeron: el tratamiento de la endometriosis, la regulación hormonal femenina y la invención del primer contraceptivo oral sintético.

Miramontes es, hasta el momento, el único mexicano incluido en el Salón de la Fama de los inventores en Estados Unidos —al lado de Luis Pasteur y Thomas Alva Edison— y ha sido reconocido como uno de los científicos más importantes en la historia de la humanidad.

Fue fundador del Instituto de Química de la UNAM y acumuló, a lo largo de su vida, un extenso número de publicaciones y casi cuarenta patentes nacionales e internacionales en áreas como química orgánica, farmacéutica y petroquímica.

Tras más de 70 años de su explotación exclusiva en México, el barbasco se sigue utilizado en la producción industrial de hormonas esteroides y cada día se descubren nuevos usos y propiedades; por ejemplo, sus moléculas, al contacto con otros compuestos, se utilizan para combatir las células cancerígenas. Crece en los estados de Veracruz, Oaxaca, Puebla, Tabasco y Chiapas.

© Paola González Vargas
Molcajete

 

 

El molcajete es una vasija de piedra cóncava, similar a un mortero, que se complementa con un tejolote o “mano” de piedra para machacar ingredientes. Se utiliza desde la época prehispánica para moler y mezclar pequeñas cantidades de granos y especias, así como para la elaboración de salsas. Su nombre se deriva del náhuatl molcaxitl, palabra compuesta por los vocablos molli (salsa) y caxitl (cazuela).

Los más tradicionales se fabrican de basalto, piedra volcánica extraída de las minas de San Lucas Evangelista, municipio de Tlajomulco de Zúñiga, en Jalisco, aunque también los hay de barro.

Con el tiempo, el molcajete se ha convertido en un símbolo de la gastronomía mexicana no solo por su uso milenario, sino también por su diseño. En las taquerías, fondas y puestos de comida en México es típico ver pequeños molcajetes usados para servir guacamole, salsas y complementos.

© Paola González Vargas
Mole

Con este nombre que proviene del náhuatl mulli, cuyo significado es “salsa” o “guiso”, se agrupan una infinidad de platillos complejos, de origen prehispánico, que forman parte importante de la identidad de varias regiones del país.

En origen, los moles se preparaban para los dioses a base de una serie de ingredientes molidos y mezclados en metate. Cuenta la historiadora Cristina Barros que los pochtecas, al llegar a su casa después de un viaje, ofrendaban “cabezas de gallinas en caxetes con su molli” a Xiuhtecuhtli, dios del fuego.33 Actualmente, existen moles para toda ocasión, aunque en muchas tradiciones se reserva su consumo para la celebración de fiestas o rituales.

En Oaxaca resguardan la riqueza de los siete moles: negro, coloradito, colorado, amarillito, verde, chichilo y manchamanteles, presentes en las fiestas de cada región; mientras que Puebla es la cuna del famoso mole poblano, una variación del mole prehispánico, herencia de las monjas del convento de Santa Rosa que incluye más de 22 ingredientes.

También existen el mole de panza, el mole de olla o el michmole, que en su preparación son más parecidos a una sopa sustanciosa. En el Diccionario Enciclopédico de la Gastronomía Mexicana aparecen más de 90 variedades de
este platillo.

Barros, C. Los moles, aportaciones prehispánicas. Patrimonio cultural y turismo, cuadernos. Recuperado de https://www.cultura.gob.mx/turismocultural/cuadernos/pdf12/articulo1.pdf
© Ignacio Urquiza
Mario Molina / Química atmosférica

El doctor Mario Molina (Ciudad de México, 1943) es pionero y uno de los principales investigadores a nivel mundial de la química atmosférica.

En 1974, fue coautor junto a F.S. Rowland, del artículo original que predijo el adelgazamiento de la capa de ozono como consecuencia de la emisión de gases industriales, los clorofluorocarburos (CFC). Se trataba de un tema desconocido y de difícil comprensión incluso para la comunidad científica: compuestos invisibles atacando a una capa invisible, que nos protege de una radiación invisible (los rayos ultravioleta), que les mereció el Premio Nobel de Química, en 1995.

Sus investigaciones y publicaciones sobre el tema impulsaron la instauración del Protocolo de Montreal de las Naciones Unidas, el primer tratado internacional que ha enfrentado con efectividad un problema ambiental de escala global y de origen antropogénico.

Desde entonces se ha dedicado a luchar contra el cambio climático y a favor del uso racional de los recursos y de las energías renovables. Además de divulgar el tema y trabajar como asesor de grandes líderes mundiales, en 2004 fundó el Centro Mario Molina, una asociación civil dedicada a encontrar soluciones prácticas, realistas y de fondo a los problemas relacionados con la protección del medio ambiente, el uso de la energía y la prevención del cambio climático.

© Octavio Gómez / Archivo Proceso
José Pablo Moncayo

José Pablo Moncayo García (Guadalajara, Jalisco, 1912–Ciudad de México, 1958) es uno de los más trascendentes representantes del nacionalismo musical mexicano del siglo XX34, creador del “Huapango”, obra que se ha ganado la designación de segundo himno nacional de México.

Además de compositor, percusionista, maestro de música y director de orquesta, Moncayo fue un amante del paisaje mexicano. Como montañista aficionado escaló el Popocatépetl, el Iztaccíhuatl y el Pico de Orizaba, coleccionando imágenes y atmósferas que logró plasmar en sus composiciones.

Fue Carlos Chávez quien le solicitó realizar una investigación musical en Veracruz. Gracias a esta encomienda, el compositor estudió sones como Ziqui Ziri, Balajú y el Gavilancito, que influyeron en la creación del Huapango, estrenado el 15 de agosto de 1941 en el Palacio de Bellas Artes, con la Orquesta Sinfónica de México bajo la batuta de Carlos Chávez. Dentro de su legado musical también se recuerdan obras magistrales como “Muros verdes”, “Tierra”, “Hueyapan” y “Amatzinac”.

Secretaría de Cultura. (15 de junio de 2013). José Pablo Moncayo conectó la raíz con el ser mexicano. Recuperado de https://www.gob.mx/cultura/prensa/jose-pablo-moncayo- conecto-la-raiz-con-el-ser-mexicano?state=published
© Nacho López / Secretaría de Cultura-INAH
Carlos Monsiváis

Carlos Monsiváis (1938–2010) fue uno de los escritores más influyentes de América Latina. Logró forjar una inabarcable producción de millones de letras, en miles de textos que difuminaron la frontera entre la crónica, el periodismo y la literatura, con los que descifró la cultura mexicana.

“Monsi”, como lo conocían, era en esencia un coleccionista. Dotado con el prodigio de la memoria podía recitar lo mismo versículos enteros de la Biblia, que poemas, datos históricos, chistes y toda clase de anécdotas —propias o ajenas —, que atesoraba igual que a su colección de libros, documentos, juguetes, fotografías, cartones, arte y objetos que se cuentan entre las más de veinte mil piezas que ahora se resguardan en el Museo del Estanquillo.

Hijo predilecto de la colonia Portales, en la Ciudad de México, describió con agudeza el acontecer citadino con recursos muy variados, desde el análisis histórico crítico hasta la metáfora irónica o el elogio y la burla, convirtiéndose en una figura imprescindible en la cultura nacional. Sus crónicas son parte de la formación de los mexicanos y han dado al mundo luz sobre el significado de la mexicaneidad.

Dicen que la ciudad lo amó tanto que le concedió el don de la ubicuidad, por lo que podía ver y ser visto al mismo tiempo en varios lugares. Entre sus obras se encuentran: Días de guardar (1970) y Escenas de pudor y liviandad (1981-1988).

Archivo Proceso
Rozana Montiel Cortesía Rozana Montiel
Cortesía Rozana Montiel
Rozana Montiel

Para Rozana Montiel (Ciudad de México, 1972), la arquitectura va mucho más allá de la edificación: se relaciona con la construcción social, con el “simple hecho de dibujar una línea y generar espacio con otros medios”. Es arquitecta por la Universidad Iberoamericana y cuenta con una maestría en Arquitectura, Crítica y Proyecto por la Universitat Politécnica de Catalunya UPC, en Barcelona, España.

Ganadora del Premio Moira Gemmill Prize for Emerging Architecture (2014), otorgado por The Architectural Review en Londres, y del Premio Emerging Voices (2016), concedido por The Architectural League de Nueva York; también fue seleccionada por la Fundación Rockefeller para una residencia de investigación artística en Italia (2017) y recientemente fue reconocida con el Global Award for Sustainable Architecture 2019, distinción que premia cada año a cinco arquitectos que contribuyen a un desarrollo más equitativo y sostenible en el mundo.

Dirige su propio estudio especializado en diseño y espacio público, interesado en que la arquitectura trabaje con otras disciplinas a través de una mirada activa; también se involucra en diversos proyectos a distintas escalas y estratos que van desde la ciudad hasta el libro, el artefacto y otros micro-objetos. Entre sus proyectos se encuentra Vacío Circular, una adecuación de la Ruta del Peregrino en Jalisco, y Cancha, una unidad habitacional de interés social en Veracruz.

Muñeca María

 

 

 

Esta muñeca regordeta —fabricada con trapo, estambre y listones de colores que se enlazan en sus trenzas o coronan su cabeza — es una práctica de artesanía tradicional, herencia de la cultura mazahua.

Su origen se remonta a la época de la Conquista y se le ubica en la región de Michoacán y el Estado de México. Se cree que en sus primeras versiones se usaban materiales como arcilla, palma y pelos de elote para su elaboración. El primer nombre con el que se les conoció fue “María”, en honor a las artesanas mazahuas que solían recorrer las calles de la capital para venderlas.

El legado de su fabricación se conserva gracias a las artesanas de Amealco, Querétaro, en donde fue adoptada por las comunidades otomíes. Ahí la conocen como “Lele” y la fabrican junto a “Dönxu”, la muñeca tradicional otomí.

© Paola González Vargas
Ricardo Muñoz Zurita

Cocinero, investigador, historiador gastronómico y escritor, Ricardo Muñoz Zurita ha dedicado su carrera a convertirse en uno de los grandes custodios del conocimiento ancestral de la alquimia y la cocina tradicional mexicana.

Es originario de Macuspana, Tabasco, pero creció en Coatzacoalcos, Veracruz, por lo que su paladar se educó entre los sabores de dos de las grandes culturas culinarias del país; por eso se sintió muy decepcionado al notar el menosprecio que muchos demostraban a la cocina mexicana al no considerarla dentro del canon de la “alta cocina” mundial.

En busca del conocimiento que no encontró ni en sus estudios en Le Cordon Bleu de París o en The Culinary Institute of America de Nueva York, se adentró en pueblos y rancherías buscando a las cocineras tradicionales que le enseñaron recetas, técnicas, ingredientes, utensilios, usos y costumbres. De sus notas y manuscritos —que acumuló en poco más de dos décadas de viaje— surgió el Diccionario Enciclopédico de la Gastronomía Mexicana (2012), documento único en su género; también es autor de una docena de libros referentes a la gastronomía mexicana, entre los que se cuentan: Los chiles rellenos en México, antología de recetas (1996) y La cocina mexicana: many cultures, one cuisine (2012).

Fue nombrado por la revista Time como “profeta y preservador de la tradición culinaria” y es considerado uno de los top chefs de México y Latinoamérica. Forma parte de la Academia Culinaria de Francia y dirige, como chef propietario, los cafés Azul y Oro, en la Universidad Nacional Autónoma de México, y los restaurantes Azul Condesa y Azul Histórico respectivamente.

© Luis Reyes
Muralismo mexicano

El muralismo es un movimiento pictórico que surgió en las primeras décadas del siglo XX con la misión de contar y documentar la historia de la nación tras los hechos revolucionarios. Esta tradición estética se convirtió en el distintivo del arte mexicano y su influencia se extendió a países como Cuba, Nicaragua, Argentina, Japón, Alemania, Italia, Irlanda, España e Irán y otros que vivieron períodos de opresión.

Los muralistas buscaban desarrollar un estilo propio, alejado de las tendencias artísticas europeas, que reflejara la identidad nacional, a través de la revaloración de las raíces indígenas y mestizas, y reivindicara la función política y social del arte, como un recurso para la propaganda ideológica y la visibilización de la lucha de clases.

Al elegir los muros como soporte, los muralistas mexicanos se comprometieron con la creación de un corpus artístico permanente, de acceso público, hecho por el pueblo para el pueblo y, por tanto, incoleccionable.

Así, artistas como Diego Rivera, Rufino Tamayo, Roberto Montenegro, David Alfaro Siqueiros, Federico Cantú, Juan O'Gorman, Gerardo Murillo (Dr. Atl), José Clemente Orozco, Pablo O'Higgins y Ernesto Ríos Rocha, dejaron un legado invaluable a través de sus obras.

Muralismo mexicano
© Casasola fotografía / Secretaría de Cultura-INAH
Gerardo Murillo / Dr. Atl

 

 

Su nombre real era Gerardo Murillo Cornado (1875– 1964), pero se renombró luego de enfrentarse a una tormenta mortal viajando en un trasatlántico, en 1912; para honorar el poder del agua decidió llamarse AtI —agua en náhuatl—. Gran paisajista y maestro de los muralistas. Ha sido denominado patrimonio de la nación.

“Enseñó a ser insolentes a todos los jóvenes —escribió Diego Rivera—; se demostró prosista y poeta, vulcanólogo, botánico, minero, yerbero, astrólogo, hechicero, materialista anarquista, totalitarista [...], editó periódicos, organizó batallones rojos, saqueó iglesias, invitó a tés en las sacristías a bellas damas y reunió alrededor de él a un grupo de los jóvenes artistas de mayor valer en aquel tiempo”35.

Colección Femsa
Rivera, D. (22 de mayo de 2005). La increíble historia del Dr. Atl. En La Jornada semanal. Recuperado de https://www.jornada.com.mx/2005/05/22/sem-diego.html

 

 

 

 
 

Su formación abarcó estudios en Filosofía en la Universidad de Roma, Derecho en la Sorbona de París y se llenó de influencias artísticas parisinas para su obra pictórica. En la Academia de San Carlos, lo conocían como el “agitador”, porque cuestionó los métodos tradicionales de enseñanza dando énfasis al arte popular. Desarrolló una técnica especial denominada “Atl colors”, con la que realizó pigmentos a base de resina, petróleo y cera, que le dieron una consistencia única capaz de pintar hasta en roca.

© Casasola fotografía / Secretaría de Cultura-INAH

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