Isabel Vargas Lizano (1919 –2012) nació en Costa Rica, pero fue mexicana porque así lo quiso, porque “los mexicanos nacemos en donde se nos pega la gana”, solía responder. Así también le dio la gana llamarse Chavela —“Chavela, así con V, por joder”— y convertirse en la voz que le dio vida y leyenda a la música popular mexicana, que se construyó a sí misma fuera de todos los roles concebidos.
Cuentan que llegó a México a los 17 años y antes de dedicarse a cantar fue cocinera, camarera y chofer de coches de familias de la alta sociedad. Vivir del canto le tomó más de dos décadas, a pesar de contar con el apoyo de José Alfredo Jiménez —cómplices de parrandas interminables—.
Con su voz macha y aguardientosa, su eterno puro, siempre con los pantalones puestos y luciendo su poncho, logró grabar su primer álbum en 1961. Desde entonces grabó más de 80 discos y se dedicó a cantar, ya no solo en cantinas, sino en conciertos, programas de televisión y películas como Kika, de Pedro Almodóvar; Frida, de Julie Taymor, y Babel, de Alejandro González Iñárritu, entre otras. Quiso cantar hasta su muerte; aseguran sus amigos que se había propuesto morir, literalmente, encima del escenario. No lo logró, pero seguramente sigue cantando allá en algún limbo y lo seguirá haciendo solo porque se le da la gana.