En la descripción de sus descubrimientos en la Nueva España, el cronista fray Bernardino de Sahagún habla de una variedad de árboles “monstruosos”, cuyas hojas y frutos comestibles forman parte de la alimentación de los indígenas. Se refiere al nopalli, planta de la familia de las cactáceas, sagrada para los aztecas por considerar que sus raíces conectaban con el inframundo y las tunas, también llamadas “corazones sagrados”, con el cielo.
Este ingrediente ancestral es un elemento imprescindible de la gastronomía y el paisaje mexicano. Es un ícono de nuestra identidad, inmortalizado en el Escudo Nacional gracias a la leyenda de la fundación de la gran México-Tenochtitlán, el lugar en donde los aztecas encontraron al águila devorando a la serpiente sobre un nopal.