Este arbusto de hojas que cambian de color durante el invierno — haciéndolas parecer una flor — es un símbolo de la Navidad alrededor del mundo, pero sobre todo en México, donde las celebraciones de invierno son inconcebibles sin su presencia.
Desde su origen, la nochebuena fue una planta de ornato muy apreciada por los aztecas. Ocupó un lugar especial en los jardines de Nezahualcóyotl y Moctezuma, en donde era conocida como cuetlaxóchitl (flor color de fuego). También la empleaban con fines medicinales para quitar mezquinos y verrugas, entre otros padecimientos cutáneos.
En el siglo XVII fue bautizada por los monjes franciscanos como “flor de noche buena” o “flor de Pascua”, pues adornaban con ella los altares de los primeros templos, las procesiones conmemorativas de la Navidad y la fiesta del Santo Pesebre.
Su gran divulgador fue Joel R. Poinsett, embajador de Estados Unidos en México, quien al comienzo del siglo XIX la envió como presente diplomático a varias partes del mundo. Gracias a esto se convirtió en una de las diez plantas en maceta más vendidas en Europa y Estados Unidos, en donde se les conoce como Poinsettias.